Cuando surgen fallos, que no son otra cosa más que disfunciones en el sistema, nos centramos en repararlos a la mayor brevedad. Sin embargo, la clave del proceso está en ir un poco más allá y ver que el fallo es el resultado, pero no es la causa.
Por lo tanto, si conseguimos investigar los fallos, daremos con las causas de los problemas y podremos resolverlos.
Estos errores pueden tener cientos de causas derivadas de diferentes factores: el montaje, la no supervisión, el mantenimiento, metodología de operaciones, factores ambientales. Así, nos merece la pena invertir tiempo y esfuerzo en llevar a cabo un análisis detallado de dichos errores, averiguar su origen, mejorar la supervisión y establecer un sistema de chequeo.
Identificar los niveles de funcionamiento y dónde se producen los fallos es crucial para atajarlos.